Tolosa (Guipúzcoa), agosto de 2022
Una visita rápida de verano, de día caluroso con 38 grados a la sombra, nos regalará un par de agradables, dulces y sabrosas sorpresas de la ciudad bien conocida por sus alubias y carnavales.
En un polígono industrial de las inmediaciones de Tolosa se encuentra, a pie de carretera, la de chocolates Rafa Gorrotxategi. Cuatro generaciones de maestros artesanos dedicados con generosa vocación a la elaboración de este producto singular, el chocolate en sus diferentes variedades y con acertadas y atractivas innovaciones.
No sólo emplearán su dedicación y esfuerzo en la fábrica al apetitoso chocolate, sino que de sus instalaciones sale también una amplia diversidad de productos típicos que van de las galletas crujientes conocidas como “tejas” a los canutillos rellenos o los tradicionales turrones en todas sus variantes.
Recientemente –hace escasos años- la fábrica de chocolates Rafa Gorrotxategi ha abierto en su planta baja un museo con tienda y bar que acoge un interesante número de máquinas, tostadoras, descascarilladoras, amasadoras y de otros usos para el tratamiento y elaboración del cacao. También se expone una buena colección de chocolateras de todas las épocas y todos los materiales, cerámica, cobre, acero inoxidable, hierro o vidrio, junto a tradicionales tazas para consumir el chocolate fundido, incluidas las curiosas “bigoteras” que incorporaban una protección en sus bordes para dejar a salvo de mancharse los célebres y exagerados bigotes de los señores de la época a la hora de llevarse a la boca el apetitoso chocolate fundido y espeso, como más gusta entre nosotros y como con razón reza el refrán popular: las cosas claras y el chocolate espeso.
En la historia de la fábrica Gorrotxategi consta que ésta inició su andadura con la fabricación de cera para velas antes de pasar a trabajar el cacao cuando éste llegó a España.
La visita concluye con cata del producto del cacao en sus diferentes etapas de elaboración y las explicaciones del joven maestro chocolatero que se halla al frente de la industria, para informarnos con amabilidad y pasión de todo el proceso y uso de los materiales que darán forma, consistencia y sabor exquisito y personal al producto final. Un vídeo documental acabará por mostrarnos el trabajo artesanal del chocolate y su elaboración industrial sin que pierda un ápice de la calidad adquirida.
A salvo de los calores del verano acabamos recalando en el reposado y agradable comedor del restaurante Botarri, aledaño al Hotel Oria, con sus paredes decoradas con las bocas recortadas de grandes toneles o barricas de sidra. Con tranquilidad y sin prisas pasamos a degustar unos platos bien distintos al chocolate, pero igualmente apetitosos, en un menú para el que elegimos la ensaladilla rusa, la merluza y el bacalao –estupendamente aderezados en sus salsas y en su punto- seguido de su postre.
Seis años después de aquella primera visita a Tolosa (Entre La Rioja y Guipúzcoa, 2016) que nos llevó a finales de enero por las calles céntricas de la ciudad en su celebración de la fiesta de Caldereros, prolegómenos de sus afamados carnavales, y la visita al Museo del Juguete, vinimos a esta segunda visita veraniega, por descontado que amena, interesante y gastronómicamente interesante. A la espera, ahora, de la tercera ocasión
González Alonso
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