Éfeso y Kusadasi (Turquía, 2019)

Turquía:
Éfeso por Kusadasi (2019)

El barco arriba a la costa turca. La vista se abre a Kusadasi y su amplia bahía. A un lado destaca un grupo de casas iluminadas de varios colores descolgándose por la colina. Kusadasi, limpio, bien urbanizado, con su plaza de castillo o fortaleza, es una ciudad comercial volcada en los productos turísticos. Todo el centro urbano es un enorme bazar; comercios, tiendas y restaurantes preparados para acoger a los innumerables turistas llegados por mar o por tierra desde otros destinos. Kusadasi es la puerta que abre paso a la mítica ciudad de Éfeso.

Éfeso se encuentra a unos 19 kilómetros de Kusadasi. Se remontan las montañas litorales y te adentras hacia el emplazamiento de la ciudad antigua a través de una extensa y uniforme llanura. El paisaje es verde, salpicado de fronda y bosques. Un entorno de innegable belleza.

La primera sorpresa surge cuando sabes que esa ancha llanura sin cultivar fue antes un espacio dominado por el mar y las olas del Egeo. Los terremotos y el arrastre fluvial colmataron la amplia bahía y el mar se retiró; el carácter salino de esta plataforma que llega hasta Éfeso hace imposible su cultivo. Sigue leyendo

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Rusia (II).- Moscú

RUSIA, mayo de 2019
MOSCÚ

Entre San Petersburgo y Moscú se extienden setecientos largos kilómetros de taiga que recorre el tren en unas cuatro horas. A un lado y otro del recorrido se suceden los bosques, ríos, lagos, pequeñas poblaciones y casas aisladas y más bosques de coníferas con abetos, pinos, alerces, abedules y enebros. Es un paisaje primaveral hermoso y relajante en el que cuesta imaginar las condiciones extremas del invierno.

El tren avanza por entre barrios periféricos sin que parezca que se va detener o encontrar la estación final de Moscú. La gigantesca urbe, con sus quince millones de almas, se extiende sobre una horizontalidad monótona. La primera impresión es que en Moscú no hay nada más que autovías y carreteras llenas de vehículos cruzándose y formando una gigantesca tela de araña en la que quedan atrapados los edificios, los monumentos, los barrios, los hoteles, las personas, todo. Si San Petersburgo era un mosaico de ciudades aisladas por el agua y con incontables puentes para romper su aislamiento, Moscú aparece como un conglomerado de islas de hormigón separadas por ríos de asfalto.

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Aprovechando la pronta llegada a Moscú intentamos viajar hasta el monasterio trinitario de San Sergio, a unos 60 kilómetros. La visita al monasterio del siglo XIV y el almuerzo en sus inmediaciones eran nuestro objetivo. Pero resulta difícil llegar a una hora razonable. Atascos por obras que realizan aprovechando los días buenos de primavera y verano, pero que son los que coinciden con la afluencia masiva de turistas, y una hora punta de salida de la ciudad complican el viaje. En el recorrido podemos ir viendo desfilar algunos símbolos emblemáticos moscovitas, como el monumento impresionante de las esculturas –restauradas- de la campesina con la hoz en la mano y el obrero empuñando el martillo, en un gesto decidido de avanzar unidos hacia las conquistas sociales revolucionarias: poco más adelante, algunos edificios gubernamentales y centros de investigación espacial con un museo, adivinándose en el exterior alguna nave espacial, cohetes y satélites artificiales. En otro punto, marcando la ubicación del museo espacial, se alza una gigantesca escultura en titanio que simula la cola o rastro dejado por un cohete elevándose hacia el espacio. Airosa e impresionante. Se suceden las llamadas dachas o propiedades agrarias con sus casitas, cedidas a sus dueños actuales como incentivo para que cultivaran el terreno y ayudaran a incrementar  la deficiente producción agraria. Sigue leyendo

RUSIA (I).- SAN PETERSBURGO

RUSIA, mayo de 2019
SAN PETERSBURGO

Los aviones son rápidos, pero impresiona comprobar la distancia desde España hasta San Petersburgo y su latitud báltica, por encima de Estonia, asomada al golfo de Finlandia a donde lleva sus aguas el río Neva que cruza la ciudad con sus canales y que nace 80 Kilómetros más al norte, en el Lago Ladoga.

No sé. La impresión que me dio San Petersburgo fue que se trataba de una ciudad hecha por los zares para los zares. Fue creada con este nombre por Pedro I el Grande (1703), luego se llamó Petrogrado, más tarde Leningrado, y otra vez vuelve a ser San Petersburgo por votación popular. La monumentalidad de sus palacios y edificios, el trazado de sus calles, los canales, las inmensas avenidas y plazas, compiten con las innumerables iglesias ortodoxas, varias protestantes y alguna católica. Las iglesias ortodoxas de San Petersburgo, al igual que todas las que se extienden por Rusia, podemos contar-como J. Jiménez Lozano comenta en su libro “Las gallinas del Licenciado” acerca de las antiguas de Constantinopla- que “tienen cúpulas como cebollas de oro o gorro tártaro de lapislázuli puestos sobre sus torres

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Los colores de la ciudad son de tonalidades claras en las fachadas por aquello de iluminar su ambiente, sobre todo en los largos días de su largo y oscuro invierno. Las avenidas de amplia calzada y aceras se siguen con un trazado limpio y rectilíneo con los edificios de gran porte y de alturas regulares. Todo parece majestuoso y hasta solemne. Pero hay otra vida al fondo de los callejones que se abren regularmente en las calles y que acaban en un patio de vecinos que es, en realidad, como un pequeño barrio escondido, alguno con su iglesia o pequeño teatro o sala de fiestas; también hay patios más modestos y humildes de fachadas desconchadas y ventanas que se sujetan de manera precaria. Es la otra ciudad que aparece en cuanto te alejas unos cientos de metros a través de un pequeño parque o una calle estrecha. Las dos conviven en aparente armonía, la espectacular de los bulevares, grandes parques e iglesias catedrales, y la reservada, sencilla, utilitaria, de los patios traseros. Sigue leyendo

Turquía en el recuerdo (IV) De Capadocia a Aspendos y Antalya

TURQUÍA
Marzo de 2008

Por la Ruta de la Seda hasta Aspendos y Antalya

Soplaba el viento con fuerza en Capadocia y resultó imposible vivir la experiencia de volar en globo al amanecer. Iniciamos el viaje hacia Antalya a través de unos largos 600 kilómetros atravesando la ciudad de Konya y los montes Taurus que, al noroeste, atravesará el río Eúfrates. El día es complicado por el viento cargado de arena que azota sobre la extensa llanura y barre la carretera, dificultando la visibilidad. Un accidente grave de un autobús y un turismo delante de nosotros con dos muertos. Y nieva en el paso de los montes Taurus a 1.825 metros de altura. Casi doce horas de de un viaje que resultó complicado y cansado por la arena, el viento, la lluvia y la nieve, con la peor parte del accidente mencionado. En medio de todo ello, la visita al Caravasar de el Sultanhari, lo que sería una posada de reposo para las caravanas que hacían la Ruta de la Seda.

Una vez llegados al hotel Dedeman, en la bahía de Antalya, es la hora de relajarse y tomar un gratificante baño.

Aspendos, a unos 50 kilómetros de Antalya, nos espera al día siguiente con la sorpresa y el regalo de sus restos arqueológicos. En la ciudad romana sobresalen el acueducto –con una longitud de 850 metros y su altura original, y el teatro con capacidad para unas 15.000 personas, tal vez, según dicen, el mejor conservado de toda Asia Menor. La verdad es que la acústica resulta perfecta y sus graderíos y escenario se alzan con sobria majestad. Esta imponente obra arquitectónica estaba dedicada a las divinidades romanas y a la familia imperial. El acueducto aseguraba, a su vez, un abastecimiento suficiente y seguro a la ciudad de Aspendos.

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Turquía en el recuerdo (III) Capadocia, en el corazón de Anatolia central

TURQUÍA
Marzo de 2008

CAPADOCIA, en el corazón de Anatolia central

Atravesamos el valle de Konya, tal vez el más grande y ancho de Turquía, en dirección a Aksaray. Los pueblos se mimetizan con el paisaje y su color arenoso, azotados por el viento en la extensión interminable de campos salpicados de rebaños de ovejas con su pastor y su burro, acompañados de los perros. Se distingue, al fondo, la línea montañosa entre la neblina y la presencia de un volcán nevado que supera los 3.800 metros de altitud. La carretera se abre paso por rectas interminables que recorren los camiones con su pesada carga hacia Ankara o hacia el Mar Negro. El fuerte viento arrastra nubes de polvo y plásticos. Las construcciones de adobe se cubren con tejados de cañas y arena. Todo ello conforma la visión de un paisaje duro y áspero en el que la vida no parece fácil.

Sobrepasada la ciudad de Aksaray llegamos a la ciudad subterránea de Kaymakli, excavada hace más de 1.700 años. La ciudad está conformada por un conjunto laberíntico de pasadizos, habitaciones, iglesias, pozos de agua, cocinas, respiraderos, almacenes y cementerio. Fácil de defender. La temperatura media en el interior de unos 9 grados durante todo el año, contrasta con la del viento cálido del exterior que lo envuelve todo en nubes de polvo.

A lo largo del camino hacia Ürgüp se continúan las casas, e incluso fortalezas, construidas en la roca. Estamos en mitad de Capadocia y a unos 1.800 metros de altitud.

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Turquía en el recuerdo (II).-Konya

TURQUÍA
Marzo de 2008

KONYA

Nos disponemos para viajar a Konya, a unos 400 Km de Antalya. El paisaje se ve salpicado de casas a medio construir, almacenes de materiales, algunas antenas de televisión, placas solares y escombreras. A los lados de la carretera, algunos puestos de frutas, plátanos, algarrobas y –sobre todo- muchas naranjas. Se suceden los cruces señalizados con semáforos para entrar a los pueblos en los que destacan los estilizados minaretes de las mezquitas. La carretera está bien asfaltada y el tráfico de coches modernos, autobuses y camiones, es constante en la travesía del ancho y feraz valle recorrido por distintos ríos.

Abandonado el valle, iniciamos una ascensión prolongada hacia la cordillera poblada de pinos. Se suceden los puestos de venta a las orillas de la carretera con productos artesanales, frutos secos, miel y –siempre- las naranjas. La ascensión va ofreciendo la variación del paisaje en el que van desapareciendo los pinares para dar paso a la roca desnuda de caliza y el sotobosque, con cumbres que cubren la nieve y pueblan las jaras, los madroños y los brezales por encima de los 1.825 metros de altura que escala la carretera.

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Turquía en el recuerdo (I).- Perge

TURQUÍA
Marzo de 2008

PERGE

Rememorar un viaje de hace once años corre el riesgo de pasar por alto sucesos significativos, olvidar detalles o deformar los recuerdos; pero  se justifica por la simple necesidad de recrear –grosso modo- la experiencia vivida y pasear por las evocaciones que nos traen las fotografías. Al efecto, además, he podido contar –además de con mi corta memoria- con las notas tomadas sobre el viaje por los amigos Karmele y Fermín Barceló a los que acompañamos Agurtzane y yo en este periplo, de tal manera –justo es reconocerlo- que casi me he encontrado todo el trabajo ya hecho.

Así que, puestos a ello, empecemos por el viaje de noche en coche desde Bilbao a Madrid para coger el vuelo a Turquía. Era un 20 de marzo de 2008. A las tres de la tarde tomamos tierra en Antalya, la Riviera Turca. En seguida se organiza el grupo del viaje y se presenta el guía, Rafy, de natural charlatán, afable, músico y con el temario del viaje bien aprendido. Ya instalados en un hotel grande, moderno y confortable de las afueras, se nos atiende con amabilidad, copa de champán, cena y frutas variadas en la habitación

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