Berlín, un viaje de 2010

BERLÍN (2010)

Acercarse a Berlín desposeído  de la idea de las grandes guerras del 14 y del 40, parece difícil. Dejémoslo en imposible. Mejor, aceptar la visita marcada de antemano por la división del muro de la vergüenza, los ecos de la metralla, la persecución de los judíos, el búnker de Hitler y las bombas aliadas arrasando el ochenta por ciento de la ciudad. Y así llegas al aeropuerto de Tegel.

La primera sorpresa viene servida en forma de taxista; un joven negro con acento cubano y un sentido del humor a prueba de bombas. ¡Qué bien hablas español! – aventuro – seguro que eres cubano… ¡Soy japonés! – me espeta – Cara de sorpresa, pero insisto – ¿y dónde aprendiste a hablar español? – En Cuba. Luego, ríe. A continuación sube al taxi una pareja. También hablan español. De Puerto Rico. Se despachan a gusto, cubano y puertorriqueños, conversando sobre los EEUU, Cuba y el modo de vida europeo. Lo que más valoran de Europa es el régimen de la seguridad social y las prestaciones médicas. De vez en cuando la mujer vuelve al tema de las maletas que les extraviaron en un aeropuerto estadounidense y deja manifestar su cabreo y preocupación. Me cuesta trabajo hacerme a la idea de que estoy en Alemania mientras el taxi recorre ya las avenidas berlinesas de lo que fue el lado Este, atravesado por tranvías, con edificios poco atractivos y jardines descuidados.

Alexanderplatz no es una gran plaza. El edificio del hotel, un rascacielos de treinta y ocho pisos y paredes acristaladas y la gigantesca torre de la televisión, un pirulí de más de trescientos sesenta metros de altura con un inmenso restaurante giratorio en su cúpula, dominan la vista del extenso Berlín. Al lado, el llamado Ayuntamiento Rojo (por el color de los ladrillos) o Rotes Rathaus, la impresionante fuente de Neptuno y las severas estatuas de Marx y Engels. Muy cerca, Nikolaiviertel, núcleo berlinés del siglo XIII, reconstruido con cierto gusto, amable, de calles adoquinadas en torno a la Nikolaikirche o iglesia de Nicolás, se tiende apacible a orillas del río Spree. Un poco más allá, en la otra margen del río, la catedral de Berlín (protestante) y el acceso a la isla de los museos, entre los que cabe destacar el de Pérgamo con sus imponentes monumentos babilónicos, la puerta del mercado de Mileto o el mítico altar de Pérgamo. Sigue leyendo