RUSIA, mayo de 2019
SAN PETERSBURGO
Los aviones son rápidos, pero impresiona comprobar la distancia desde España hasta San Petersburgo y su latitud báltica, por encima de Estonia, asomada al golfo de Finlandia a donde lleva sus aguas el río Neva que cruza la ciudad con sus canales y que nace 80 Kilómetros más al norte, en el Lago Ladoga.
No sé. La impresión que me dio San Petersburgo fue que se trataba de una ciudad hecha por los zares para los zares. Fue creada con este nombre por Pedro I el Grande (1703), luego se llamó Petrogrado, más tarde Leningrado, y otra vez vuelve a ser San Petersburgo por votación popular. La monumentalidad de sus palacios y edificios, el trazado de sus calles, los canales, las inmensas avenidas y plazas, compiten con las innumerables iglesias ortodoxas, varias protestantes y alguna católica. Las iglesias ortodoxas de San Petersburgo, al igual que todas las que se extienden por Rusia, podemos contar-como J. Jiménez Lozano comenta en su libro “Las gallinas del Licenciado” acerca de las antiguas de Constantinopla- que “tienen cúpulas como cebollas de oro o gorro tártaro de lapislázuli puestos sobre sus torres”
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Los colores de la ciudad son de tonalidades claras en las fachadas por aquello de iluminar su ambiente, sobre todo en los largos días de su largo y oscuro invierno. Las avenidas de amplia calzada y aceras se siguen con un trazado limpio y rectilíneo con los edificios de gran porte y de alturas regulares. Todo parece majestuoso y hasta solemne. Pero hay otra vida al fondo de los callejones que se abren regularmente en las calles y que acaban en un patio de vecinos que es, en realidad, como un pequeño barrio escondido, alguno con su iglesia o pequeño teatro o sala de fiestas; también hay patios más modestos y humildes de fachadas desconchadas y ventanas que se sujetan de manera precaria. Es la otra ciudad que aparece en cuanto te alejas unos cientos de metros a través de un pequeño parque o una calle estrecha. Las dos conviven en aparente armonía, la espectacular de los bulevares, grandes parques e iglesias catedrales, y la reservada, sencilla, utilitaria, de los patios traseros. Sigue leyendo