Cazorla hasta Arroyo Frío y el río Borosa

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CAZORLA (Jaén)
2 y 3 de abril de 2024

Desde Baza, bien asentada en su altura rodeada de montañas, la carretera se va abriendo paso hacia las inmediaciones de Cazorla; lo hace sin prisa entre sus cada vez más frecuentes curvas, rodeada de un paisaje singular de praderías y bosque del que emerge la caliza a cada vez mayor altura. Al fin, nos cruzaremos con el Guadiana Menor embalsado en el Negratín. El mar interior formado por el río se extiende entre verdes laderas recortadas y se adivina ya el ascenso a la sierra con todas sus consecuencias. El paisaje, agreste y pintoresco, se salpica de sucesivos roquedales de paredes verticales, rojizos y amarillentos, desgastados y profundos, que muestran las huellas violentas de la erosión sucediéndose entre hondas extensiones verdes. Cuando a la carretera se le acaba el valle se inicia la escalada a la montaña hasta el próximo valle y así seguiremos el ascenso.

Cazorla, al final de la escalada y el paso por las crestas de montaña, aparece subida y sujetándose a la ladera rocosa de la sierra que parece siempre amenazar con dejar caer sus peñascos gigantescos sobre el pueblo, como ya ocurriera  en alguna ocasión anterior y que, para prevenirlo en el futuro, se llevó a cabo una fuerte reforestación de las vertientes del monte.

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El pueblo de las tres plazas: la de La Constitución, que dibuja una rotonda para repartir la circulación en todas las direcciones y las salidas de la población; la de La Corredera, al lado del Ayuntamiento, donde encontraremos un hotel y varios restaurantes y bares con una gran fuente de varios caños a la cabeza de la explanada de la plaza, y la de Santa María, espaciosa, con la monumental iglesia de Santa María nunca terminada de construir, luego saqueada por los franceses y arruinada en parte por los desprendimientos de la montaña. Tanto la iglesia como la plaza están construidas sobre el cauce del río Cerezuelo que se precipita con el estrépito del abundante caudal de estas fechas en saltos de agua a través de una estrecha garganta. El curso del río bajo la plaza y la iglesia corre por un túnel de piedra. El estrépito ensordecedor del torrente chocando con el fondo y las paredes del túnel impresiona, y llama la atención la peregrina idea haber llevado a cabo semejante obra.

Tomando la calle lateral de la iglesia de Santa María, donde se ubica la oficina de Turismo, en dirección hacia castillo de Las Yedras, encontraremos a pocos metros el renombrado restaurante Leandro que, junto al Mesón Restaurante Don Chema, son los más reconocidos de Cazorla, aunque no son desestimables las ofertas de otros muchos que pueblan esta plaza, así como las otras y las calles del lugar. De lo construido y conservado de la iglesia de Santa María se mantiene en pie su capilla lateral rematada por una cúpula y que, en su momento, tuvo tres pinturas al fresco de las que puede verse una; las otras dos desaparecieron comidas por la humedad que rezuman las paredes.

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A unos diez minutos de subida desde la plaza de Santa María alcanzaremos la fortaleza militar del castillo de Las Yedras. Acoge en su torre del homenaje un interesante museo de los usos y costumbres del Alto Guadalquivir. El baluarte conserva su recinto amurallado, en gran parte cubierto por la yedra que le da el nombre popular, aunque su denominación oficial es de las Cuatro Esquinas, con la singularidad de estar orientadas cada una de ellas hacia un punto cardinal.

El centro del pueblo lo ocupa la plaza de La Corredera, al lado del Ayuntamiento y el teatro, en lo que antaño fuera una iglesia.

El alojamiento elegido fue La Casa de Las Bicicletas. La casona de este alojamiento rural, con su aspecto desvencijado, es un verdadero museo en el que se amontonan por las paredes, techos y rincones , todo tipo de objetos, pero –sobre todo- bicicletas. Sombreros, jarras, instrumentos musicales entre los que no faltarán una batería y una guitarra eléctrica,

oplus_0cuadros, campanillas, artículos de deportes, fotografías, madreñas, un casco militar del siglo XV, una artesa –declarada la mayor del mundo- realizada de una sola pieza y que sirve de librería, un sillón con figuras labradas traído del Escorial y atribuido a un regalo real de Felipe II a Isabel de Valois, teléfonos, carros de niño, radios antiguas de lámparas, pesas, telégrafos y, en fin, otro sinnúmero de objetos por las escaleras y la espaciosa sala de la parte baja con un billar en su medio.

Pero de todo lo mencionado me llamó la atención el mueble de madera tallada de la sala de la entrada o vestíbulo con chimenea. Las tallas del armario representan una alegoría del Quijote con las figuras de Sancho y don Quijote de cuerpo entero y sobre ellas las cabezas de ambos; por encima de ellos y en la parte central y más alta, el retrato de Cervantes, y debajo, entre las figuras mencionadas, un rectángulo tallado que recoge la aventura de los molinos de viento. En ambos extremos del armario, sobre sus cantos, encontramos las figuras de Dulcinea (o el ama) y el Bachiller Sansón Carrasco. Bajo las figuras de Sancho y don Quijote se abren dos relieves con las visiones del caballero en las que aparecen gigantes y magos, y más abajo, en la parte inferior del mueble, a derecha e izquierda, dos figuras que bien pudieran corresponderse con personajes de las novelas pastoriles, como  Marcela, Dorotea, Don Luís o Crisóstomo.

El establecimiento, tranquilo y pintoresco, tiene en su parte trasera una pequeña y estrecha terraza comida de humedad al lado de un jardín bastante abandonado y de aire decadente. Dispone de una cocina bien equipada para servirte los desayunos.

UN RECORRIDO HASTA EL RÍO BOROSA

Saliendo de Cazorla hacia Arroyo Frío nos encontraremos, a dos o tres kilómetros, el lugar de La Iruela. La visita a su castillo, en parte reconstruido, con su torre del homenaje desde la que extender la vista sin tropiezos por la campiña y montañas que cierran el pueblo en su altura, merece una parada. En el entorno de la fortaleza, el cementerio, una iglesia arruinada por los franceses en la guerra de la Independencia y un auditorio con graderíos al estilo de los teatros griegos y romanos, nos regalan la ocasión de un pequeño paseo.

Más adelante atravesaremos, en la ya imparable subida al puerto de Las Palomas, el pueblo de Burunchel. Desde lo alto del puerto la panorámica del valle de Arroyo Frío con la aparición del río Guadalquivir a pocos kilómetros de su nacimiento causa admiración por la profundidad y extensión del valle y las emboscadas laderas montañosas. El descenso serpenteante hacia Arroyo Frío impone la prudencia. Ya alcanzado el fondo del valle la carretera se tenderá en un puente sobre el Guadalquivir que baja caudaloso y saltando con estrépito la pequeña presa de retención para el aprovechamiento de los canales de riego.

Pasado Arroyo Frío con su caserío y alojamientos hoteleros, llegaremos, siguiendo el curso del Guadalquivir, al Centro de Visitantes Torre del Vinagre, con amplio aparcamiento, zona recreativa, tienda y restaurante. También cuenta con un Centro de Interpretación Fluvial, un museo y un jardín botánico.  Han sido en total unos 36 kilómetros de recorrido, pero dadas las características del trazado de montaña de la carretera, la tranquilidad del viaje y las paradas realizadas en la ruta, no hemos invertido menos de hora y media para llegar hasta aquí, y desde aquí iniciar el camino a través de una amplia pista forestal siguiendo el curso, río arriba, del Borosa.

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Sorprende y agrada el abundante caudal del río y los arroyos y fuentes que brotan de las laderas del monte, algunos formando pequeñas cascadas. Pronto encontraremos la confluencia con el Arroyo Truchas, que parece un río, aportando sus aguas al Borosa. Más adelante, cruzado el puente de Los Caracolillos, nos sorprenderá el formidable anticlinal del cretácico que forma un arco gigantesco de los sucesivos estratos rocosos plegados y  superpuestos unos a otros en la llamada Sierra del Pozo. El paseo, de unos cuatro kilómetros y medio hasta las pasarelas de la Cerrada de Elías, es cómodo y asequible. Los tres primeros kilómetros son por pista forestal sin apenas subidas; luego, al comenzar la Cerrada, la pista se hace sendero con algún desnivel donde el barro puede complicar su paso , y, finalmente, las pasarelas de cerca de 400 metros colgadas a la orilla del río  que baja con un ruido ensordecedor chocando con las paredes de la estrecha garganta. El paseo puede alargarse, pasadas las pasarelas, por pista forestal, hasta la central eléctrica a unos ocho kilómetros; y más adelante, ya por senda de mayor dificultad, hasta la Cascada de los Órganos de unos 60 metros de altura. Siguiendo hasta el nacimiento del río habremos hecho alrededor de 11 kilómetros en total.

La vuelta nos dejará a la hora de comer en la Torre del Vinagre y el restaurante del Centro de Visitantes. Con gran amabilidad, la cocinera nos servirá ella misma unos platillos en los que la carne de caza, ciervo y jabalí, fue la protagonista. Platos bien cocinados al estilo casero y embutidos, chorizo y salchichón, excelentes. Todo, en fin, un feliz remate del paseo y recorrido desde Cazorla, que ahora tocará hacer de vuelta. Otra hora larga.

González Alonso

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MÁS FOTOGRAFÍAS: CAZORLA, LA IRUELA, PUERTO DE LAS PALOMAS, ARROYO FRÍO, GUADALQUIVIR Y RÍO BOROSA

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