OPORTO, la ciudad portuguesa del Duero y el océano

OPORTO
2 y 3 de mayo de 2024

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Vamos al encuentro de Oporto desde León. No sabría contar los años pasados desde la primera y única visita a la ciudad de la desembocadura del Duero. Mientras avanzamos por tierras zamoranas próximas a Sanabria y los Montes de León, atravesando las estribaciones de la Sierra de la Culebra el paisaje se pinta de campos verdes y amarillos de las retamas. Esplendor. Día de sol dejándose ver a ratos y la lluvia de un cielo gris oscuro con la neblina agarrándose a las cumbres. Agua que es vida. Y temperatura oscilando entre los 4 y 12 grados de primavera.

Verín aparece a nuestra izquierda, ya entrados en tierras gallegas. Enseguida la frontera abierta a Portugal, sin barreras ni controles más allá de las cámaras del cobro del peaje de las autopistas. Derechos a Oporto. Desde Vizcaya a León y Oporto, todo por autovía. ¡Quién lo hubiera podido imaginar hace treinta años! Ni que decir de la situación  hace cuarenta o cincuenta.

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El Duero y el océano. Oporto y sus seis puentes actuales de diferentes épocas. El más llamativo es el de Don Luís I. Une las dos orillas del Duero con las bodegas a una orilla y lo más monumental de la ciudad en la otra. Puente metálico, obra de un discípulo de Eiffel, construido en 1886. Consta de dos pisos; por el de abajo circulan los vehículos, y por el de arriba el metro de Oporto. Los peatones pueden cruzarlo por ambos pisos. Desde su altura se tienen las mejores vistas de la ciudad; y desde sus paseos, por una u otra ribera, estas vistas cobran más importancia con el marco incomparable de la silueta de hierro de este puente. El de María Pía, también de hierro, anterior al de Don Luis I y también de un discípulo de Eiffel, consta de un solo arco y está destinado al tráfico ferroviario. Cerca de él, construido con hormigón, el de Sao Joao, y más arriba se adivina el puente do Freixo, monumental, que es recorrido por una gran autovía con cuatro carriles de circulación en cada sentido y una longitud de 3 kilómetros. Más cerca aún, el Puente do Infante, dedicado a Enrique el Navegante. En el otro extremo, ya cerca de la desembocadura del Duero, el Puente de la Arrábida.

Si la vista de los puentes de Oporto impresiona desde lejos con su gigantesco abrazo de ambas orillas del río, cuando los atraviesas –en coche o andando- la impresión se convierte en admiración y sorpresa. Estos gigantes de la ingeniería civil parecen obras de colosos.

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Las orillas. La izquierda dominada por las bodegas; la derecha ocupada por un paseo lleno de terrazas y restaurantes. Y por los embarcaderos. Los barcos y paquebotes de turistas surcan las aguas del río hacia su desembocadura en un desfile continuo y tranquilo para atracar en la orilla del paseo sobre la cual se despeñan las calles, callejuelas y escaleras que descienden por la ladera desde la encumbrada catedral y su entorno. Todo es encanto y ambiente amable. La Rua das Flores, a la que llegamos desde la calle Sousa de Viterbo donde se encuentra nuestro alojamiento, respira un aire cosmopolita y animado al mediodía y cualquier hora de la tarde. Hora de comer. Y varios restaurantes para elegir, todos con bastante clientela. El que lleva por nombre La Floresta nos ofreció un buen menú, equilibrado, limpio y variado, de unos 16 euros. No incluyen bebidas alcohólicas.

Por la tarde haremos la subida en el funicular hasta las inmediaciones de la catedral. Es cara. Cuatro euros por subir y seis por subir y bajar. Y la verdad, no merece la pena. Con paciencia y buena disposición puede hacerse la misma subida escaleras arriba mientras aprovechas para hacer alguna paradita y contemplar el Duero ganando en amplitud con las vistas de sus puentes, la maravilla de sus márgenes, y la ciudad trepando por las laderas de las colinas. Y un relajado rato de catedral. Merece la pena la visita de esta seo que

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extiende desde lo alto del Morro de Peña Ventosa la vista a la ciudad y su río. Del origen románico, con sus inicios en el siglo XII, destaca el rosetón circular con su tracería radial y vidrieras; se dispone el templo, con el crucero marcado en planta, en tres naves con bóvedas de medio cañón y la nave central sujetada con arbotantes. Durante el gótico y barroco se irán introduciendo modificaciones, como el claustro o una portada barroca de la fachada, así como las balaustradas y las cúpulas de las torres. Pueden admirarse los azulejos con temas de la Virgen y «Las metamorfosis» de Ovidio, y sus tres órganos

Ya se hizo de noche. Al lado del apartamento de la calle Sousa de Viterbo se encuentra un antiguo y bello mercado de estructura metálica hoy convertido en sala de conciertos en su planta baja y un amplio restaurante en la superior, con horno, decorado en madera y materiales reciclados como palés para las mesas o bidones recortados y forrados para las sillas. El ambiente es agradable e invita a comer o cenar esperando algo mágico del calor del horno. Pero fue un verdadero desastre. La apariencia gastronómica es engañosa y la cocina es –a día de hoy- todo un desastre. Pero merece la pena la visita de este espacio bien conservado frente a una plaza céntrica, transitada y con otras ofertas de restaurantes que merecerán la pena.

Rua das Flores arriba llegaremos enseguida a la estación ferroviaria. El entorno se encuentra vallado por las obras del metro. Accedemos al vestíbulo de la estación y los andenes haciendo las primeras fotos de los azulejos historiados que recubren las paredes. Los azulejos, típicos de Portugal, son motivo de decoración en numerosas fachadas. En Oporto los colores son generalmente el azul y el blanco.

P1250777Volveremos a la mañana siguiente, después de desayunar en uno de los establecimientos de la misma calle, a la estación del ferrocarril. Hay mucha gente; turistas franceses y japoneses haciendo fotografías. Seguiremos hacia la Plaza de la Libertad y la Avenida de los Aliados.. Nos sorprende un restaurante de McDonald en un inmueble clásico y singular decorado con una iluminación de lámparas antiguas, azulejos y espejos. Resulta anacrónico y particularmente bello el lugar que, a estas horas, se encuentra lleno de personas comiendo o tomando alguna cosa. Seguido se abre la avenida a una plaza ajardinada con el edificio del Ayuntamiento al fondo, al que se accede por dos rampas laterales. Tanto el Ayuntamiento como la plaza en su conjunto tienen un aire monumental que rompe una construcción de carácter geométrico, lineal, en plantas paralelas, aledaña al mismo Ayuntamiento y del que formarán parte sus instalaciones. Las obras del metro también llegan hasta aquí. Y detrás del Ayuntamiento, la iglesia de Trindade.

Por la calle Formosa arriba, una de las laterales de la plaza del Ayuntamiento, acabaremos llegando al Mercado. La animación es enorme. Consta de un gran espacio central descubierto dispuesto en calles paralelas. Cada puesto o conjunto de puestos dispone de cubierta. Los laterales discurren por pasillos sobre los cuales, en una primera planta, hay un corredor a lo largo de todo el perímetro aprovechado para exposiciones y con varios restaurantes caros en uno de sus extremos.

Hemos dejado el Mercado para pasear por una de las calles más comerciales de Oporto en el cruce con Santa Catalina. Se aprecia –además de la concurrida animación de visitantes- una arquitectura armoniosa en este espacio peatonal con gran ambiente comercial. Llegaremos a una de las iglesias más curiosas de Oporto y más llamativas, la conocida como Capilla de las Almas. No sobresale por sus dimensiones, pues es relativamente P1250810pequeña, pero destaca por sus fachadas totalmente recubiertas de azulejos azulados y su interior recogido, de una sola nave, y un pequeño coro con su órgano. Calle adelante, deshaciendo lo andado, pasaremos ante la Casa Majestic y su fachada interesante y bonita, famosa por sus chocolates como atestigua la cola formada para acceder al local. Al final, una nueva iglesia también adornada de azulejos, la de San Ildefonso. Llueve y hay que abrir los paraguas, pero no será la lluvia impedimento para seguir el paseo.

Hemos vuelto por la Rua 31 de Janeiro hasta el Paseo de los Clérigos y su iglesia que ofrece, pagando, la ascensión a la torre, y pagando más, un espectáculo de luz. Subiendo hacia la plaza Gomes Texeira por una corta y amplia avenida sombreada y con terrazas de los bares y restaurantes, vemos una larga fila; la gente espera horas y paga una entrada para visitar la Librería Lello, famosa por haber inspirado -según creo- la que se recrea en la novela por entregas de Harry Potter. La lluvia no desanima a los visitantes de la librería e, imagino, lectores fervorosos de la novela fantástica de J. K. Rowling. No sé; tal vez no venda muchos libros esta librería, pero se puede decir que los libros le dan mucho dinero sin moverse de las estanterías. Al lado, la espaciosa plaza Gomes Texeira con una monumental fuente de los leones, la iglesia del Carmen y el edificio de la Universidad.

P1250852A la vuelta, callejeando, recorreremos el barrio hasta alcanzar de nuevo la Rua das Flores. Por entre las calles estrechas, empinadas y empedradas, se suceden los restaurantes populares de comida portuguesa y precios asequibles.

Es Oporto ciudad caminable y abarcable en sucesivos paseos. El Duero navegable es su arteria principal y le da sentido a esta ciudad que comerciaba y comercia con el vino. Al otro extremo del puente de Don Luis I se abre en una esquina la bodega emblemática Burmester, con restaurante y visita guiada, si te apetece y te sientes tentado de acabar comprando algunas botellas de la marca. Siguiendo por la orilla del río siguen todas las demás bodegas. Una serie de carteles colgados forman una avenida con las marcas de los vinos de Oporto en un número que supera los treinta y cinco o cuarenta –no sé bien- de las más de 300 bodegas que hay en Portugal con esta denominación de origen. Al atardecer y por la noche todo cobra color ambientado por alguna que otra música invitándote a visitar

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los establecimientos. Y te llevas alguna sorpresa como la de la bodega que pareciera ser una enorme biblioteca con libros antiguos y con una doble escalera que conduce a la planta superior, una galería corrida con mesitas y sofás donde degustar unas croquetas enormes de bacalao y patata acompañadas de una copa de vino. Es algo caro, pero puedes llevarte la copa como recuerdo. En la entreplanta y en medio de las escaleras un organista ameniza con piezas populares y clásicas la estancia en sesiones cada veinte minutos. Predomina el color rojo y las luces cálidas. Vitrinas de libros, estanterías, mostradores, moquetas, paredes y decoración, todo se conjuga para crear una atmósfera singular en este enorme salón de la Casa Portuguesa del Pastel de Bacalao, como reza su nombre. Y al lado, con la misma idea pero vendiendo latas de sardinas muy coloristas y con dibujos de historietas de tebeo, otro local.

Un estupendo paseo por la ribera de las bodegas del Duero. En el río flotan amarradas algunas embarcaciones tradicionales usadas antiguamente para el transporte de las barricas de vino. La noche de primavera es fresca y húmeda en las dos orillas del Duero que compiten en atractivo y belleza. Y en sorpresas.

González Alonso

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