París, 1980-2009, el mismo viaje

París, 1980-2009, el mismo viaje

París siempre es el mismo viaje, vayas las veces que vayas. Un viaje, por supuesto, que nunca defrauda ni aburre, ni cansa, ni se repite a sí mismo; invariablemente te sorprenderá, una carta escondida, un guiño inesperado de la ciudad del Sena o de la Luz que, con mayúscula, alcanza a los hombres y mujeres ilustrados, artistas, escritores, poetas, músicos, revolucionarios, pensadores, pintores y a la vida bohemia de sus talleres y buhardillas. Una, la luz del cielo; otra, la de los hombres y sus obras.

He podido pisar las calles de París en tres ocasiones. Los ecos de las pisadas resuenan con timbres distintos. Pero es la misma melodía. ¿Qué se puede aspirar a decir que no se haya dicho nunca de esta ciudad? Los lugares señalados y cargados de historia, la complejidad de sus barrios, los parques, jardines y cementerios se engarzan como teselas de un inmenso mosaico romano. De cada lugar y rincón te alcanzará una impresión, una anécdota, una sensación diferente impregnada de algo mágico, exclusivo y personal.

París es la esbelta y férrea Torre Eiffel encadenada a la fuerza gótica de la catedral de Notre Dame. Los museos de Orsay –la vieja estación de ferrocarril- y del Louvre con su amplia plaza y la pirámide de cristal frente a su fachada principal, destacan junto a otros importantes como el Pompidou, novedoso y arriesgado en su concepción. Y el arte que custodian y acogen para el asombro del mundo. Como la Gioconda o Mona Lisa del genio incuestionable Leonardo da Vinci. Un cuadro tan exageradamente celebrado, elogiado, cantado, y que tan poco me gustó y tan poco me gusta. Donde todos se enamoran de su rara sonrisa, yo sólo veo una mueca sin gracia y, en fin, considero que las excelencias y galanuras con que lo adornan no pasan de pueriles. Puede parecer irrespetuoso e incluso atrevimiento ignorante, pero confieso que me parece un cuadro recargado de pintura, veladuras y leyenda. Esto me hace recordar, escuchando las alabanzas de la Gioconda, el conocido cuento del rey que se paseaba desnudo exhibiendo trajes inexistentes y que todo el mundo alababa incapaz nadie de reconocer que aquel rey se paseaba en pelota picada. Pero todo –incluso para los reyes- es preferible a pasar por inculto, tonto o hijo bastardo.

En los años 60 de la revolución del mayo francés y en la década posterior, París acogía a cantantes y cantautores que ponían en las letras de sus canciones una fuerte intención de denuncia y protesta. El local emblemático de aquellos conciertos era el Olympia. Y hasta allí quise llegar también, hacerme unas fotos, contemplar y respirar el espacio mítico en el que cantó –entre muchos- el mejor Paco Ibáñez los mejores temas con los poemas de los autores españoles del Siglo de Oro y del momento aquel año de 1969. Góngora, Quevedo, el Arcipreste de Hita junto a García Lorca, Miguel Hernández, Alberdi, Goytisolo, Luís Cernuda…; de todos ellos supo sacar y mostrar su valor y capacidad crítica en aquel concierto memorable. Edith Piaff también formó parte de la nómina extensa de cantantes y autores franceses y no franceses que tomaron parte en los conciertos del Olympia. Así que también me sentí empujado a recorrer las calles del barrio donde nació la cantante de “La vie en rose” y pisar la entrada del portal con la puerta cerrada del número 72 de la Rue de Belleville. Un mercadillo o rastro se extendía por la ancha calle en el que gentes de todas las razas y lenguas compraban, vendían o hacían trueque con los objetos más dispares y peregrinos que se puede imaginar. Sigue leyendo

San Juan de Luz (Francia) y el tren de La Rhune

San Juan de Luz (Francia) y el tren de La Rhune

.

Una de las ventajas de reducir o suprimir las fronteras es que el territorio se visita con más naturalidad. Los pueblos fronterizos participan y comparten los modos de vida y muchas costumbres, en el mismo o diferente idioma. Si, además, se forma parte de unidades supranacionales como Europa y se usa la misma moneda, todo resulta mucho más fácil.

Al otro lado del Bidasoa, el País Vasco se extiende por Lapurdi conservando con orgullo sus señas de identidad en la lengua y las tradiciones. Llegas a San Juan de Luz y difícilmente puedes apreciar diferencias con otras poblaciones vascas en territorio español como San Sebastián o Zarautz, tanto por la configuración del paisaje como por la del paisanaje. Es más, en esta zona transfronteriza francesa, sus habitantes hacen alarde de su origen vasco y de cara al turismo lo venden en cada objeto, desde los menús de los restaurantes hasta en cada artículo de regalo.

Sigue leyendo